De la adolescencia a la madurez

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En cualquier trabajo resulta dramático cuando una idea letal se apropia del pensamiento de todos los que rodean a un determinado trabajador y observan su proceder. La interrogante de si el sistema funcionaría mejor sin que esa persona estuviera allí pretendiendo hacer algo. Pero esto resulta todavía más dramático cuando la interrogante se torna más profunda aún. La más letal de todas las preguntas es si el sistema o la organización funcionaría mejor sin que siquiera existiera ese puesto de trabajo, más allá de la persona que ocupe el cargo.
En las empresas, ese razonamiento lleva a la eficiencia de los procesos, eliminando de manera definitiva un cargo que antes estuvo definido como necesario, pero que hoy por lo más diversos motivos no logra aportar valor a la organización.
En el caso de las autoridades regionales, lo penoso es que el proceso de profundización de la regionalización ha sido largo y complejo. Llegar a pensar en que las regiones eligieran a sus propias autoridades, para muchos era un sueño, en un país tan centralizado como el nuestro. Ha sido un proceso tortuoso en el que las actuales autoridades tienen un rol fundamental de ayudar a perfilar sus funciones, justificar y legitimar su propia existencia, para la verdadera y profunda valoración de sus cargos. Tienen la responsabilidad de ser los primeros. Y por ello se espera generosidad, apertura, diálogo político, probablemente muchas sonrisas y deseos de que el cargo finalmente sea reconocido como necesario y útil.
En fin, dicho lo anterior, resulta evidente el cuestionamiento sobre la verdadera necesidad de contar con un delegado presidencial separado del rol de gobernador regional. Todavía no quedan tan claras sus competencias, no porque no se conozcan, sino porque no se ven ejecutadas de buena manera. Se ha perdido un tiempo valioso que sólo ha traído consigo polémicas inútiles, distanciamientos innecesarios y, lo peor de todo, que en varios aspectos nuestra región no logra avanzar.
De la misma forma, es de esperar que sea lo que sea que suceda este domingo, nos logre unir para conformar esas nuevas formas de organizarnos, ya sea con esta propuesta de nueva constitución o en un nuevo proceso, pero que aprendamos a trabajar por el bien común sobre la base del respeto y la colaboración y no para enfrascarnos en décadas de egoísmos, protagonismos mezquinos, falta de diálogo o inútiles peleas políticas que no benefician en nada al país.
Es probable y deseable que todo el duro período que ha pasado nuestro país podamos sacar algo en limpio. Que sea solo un traumático paso de la adolescencia a la madurez y que por fin podamos avanzar hacia un verdadero desarrollo.

Victor H. Villagrán
Editor Semanario Tiempo