Punto de inflexión ambiental

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Más de alguna vez habrá usted visto esas imágenes de colonos norteamericanos cortando árboles milenarios, con troncos de más de cuatro o cinco metros de diámetro. Ellos inocentemente, o mejor dicho “inconscientemente” mostraban la gran proeza de cómo entre unos pocos hombres con una gran cierra fueron capaces de lograr esa tamaña proeza de cortar un árbol tan grande.
En esa época se pensaba en cómo poder “dominar” a la naturaleza y en muchas otras áreas se luchaba por ganar terreno y obtener más recursos naturales que parecían inexplotables o ubicados en lugares impenetrables.
Se estudiaba la Antártida o el desierto en función de sus posibles riquezas para consumo humano , ya sea en forma de minerales o combustibles fósiles.
Los pantanos de Miami plagados de cocodrilos fueron colonizados con verdaderas proezas de la ingeniería, y los profundos bosques del Amazonas fueron abiertos para permitir el acceso del ser humano.
Pero sin duda desde los inicios de los años 90, el mundo cambió. Desde esa memorable cumbre de Rio de Janeiro en que se instaló el tema ambiental en el foro de las políticas publicas de los estados y se comenzó a avanzar en un camino sin retorno hacia una mayor conciencia de la naturaleza y del daño permanente que podíamos provocar como especie, sin dejar lo suficiente para las futuras generaciones.
Hoy el escenario es inverso, y la conciencia ambiental nos permite ver con otros ojos los humedales, por ejemplo, que antes eran solo lugares con mosquitos, indeseables e inútiles, y que hoy son santuarios para la vida silvestre.
Pero de la misma forma, hay zonas respecto de las cuales no tenemos el suficiente cuidado todavía. Y es daño que no produce la industria, sino nuestro propio descuido. Los cielos oscuros y la contaminación lumínica, por ejemplo, o el daño permanente en las dunas de arena, por ejemplo, que al igual que esos árboles milenarios, también se han demorado miles de año en formarse en un trabajo metódico que ha hecho el viento para otorgarles su tan singular forma.
En fin. Sabemos que sin desarrollo económico es muy difícil avanzar en mejoras sociales. Pero también sabemos que hay puntos de equilibrio, “variables conscientes”, y también criterio justo, que permite conjugar el progreso y el medioambiente. Podemos exigir los mejores estándares. Debemos exigir los mejores estándares, para avanzar “en consciencia” de lo que hacemos.

Victor H Villagrán
Editor Semanario Tiempo