Hace algunos días el Centro de Investigación periodística CIPER realizó un análisis del resultado de la elección de los 155 convencionales constituyentes, según el cual al menos 77 de los electos buscan cambios diametrales en las normas constitucionales. En una generalización preliminar, según las declaraciones que cada uno de ellos realizó previo a las elecciones, esto implicaría entre otros aspectos poner fin al rol subsidiario del Estado, superar la economía extractivista, instaurar la plurinacionalidad, profundizar derechos laborales y cambiar el sistema previsional.
Estos 77 constituyentes representan principalmente al Frente Amplio y al Partido Comunista (28), la Lista del Pueblo (27), listas locales (7) y a pueblos originarios (15) y en porcentaje son el 49,67% de los 155 convencionales. Es decir son exactamente la mitad, aunque sin duda muchas de estas ideas sumarán total o parcialmente a otros 41 candidatos electos, que también tienen una sensibilidad proclive a los temas que tradicionalmente se identifican con la izquierda, pero que en el caso de estos últimos no se encuadraría necesariamente en una lógica refundacional absoluta o de hoja blanco.
Por otra parte, la pretensión de la lista de derecha de alcanzar un tercio de la convención quedó sepultada ya que sólo obtuvieron 37 constituyentes, quedando arrinconada con el 23,8%.
A pesar de la baja participación en la elección, con apenas un 43%, Chile tiene ahora una oportunidad única, que puede ser un ejemplo para el mundo de cómo somos capaces de dialogar y construir un país para los próximos 50 o 100 años.
Ya podríamos predecir gran parte de las ideas que quedarán en la nueva constitución, pero sin duda habrá matices, miradas, análisis y valoraciones de efectos prácticos. En este proceso dialéctico es indispensable abrir la mente a escuchar con generosidad y no a atrincherarse imponiendo verdades absolutas. Es de esperar que se genere una rica y generosa discusión de la cual Chile salga fortalecido y, por fin, más unido. Siempre teniendo presente que hay un 57% de chilenos que no votó en esta elección, pero que sí tendrá la obligación de validar este proceso con un plebiscito obligatorio de salida. Esa será la verdadera prueba de fuego. Allí veremos si este proceso valió la pena y si la dialéctica fue con verdadera altura de miras por el bien común.
Victor H. Villagrán
Editor Semanario Tiempo