Teoría del complot

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A veces produce escozor en redes sociales la liviandad con que se emiten juicios. No se trata si quiera de opiniones fundamentadas, sino de juicios categóricos basados en alguna falacia. Lo peor es que como si fuese un altavoz, los comentarios se reproducen como hongos o como un virus con aportes de otros terraplanistas que se aplauden mutuamente y que suman más ají al caldo.
Es un hecho ya sabido, en el que la mayoría de las personas bien informadas generalmente no participa en esos hilos, pero eventualmente “pisan el palito” y entran en discusiones sin asunto.
Ahora, incluso se suman las voces de los que desde la comodidad del sillón de su living, probablemente con una cerveza en la mano o el control remoto, se empeñan en seguir alentando la teoría del complot al referirse a la pandemia.
Pero con una pequeña cuota de realidad, escuchando a cualquier trabajador de la salud que está en primera línea, sinceramente genera impotencia el nivel de insensibilidad extremo ante una realidad tan evidente.
Quizás ni siquiera deberíamos detenernos en tomar muy en serio esos comentarios mal intencionados (o quizás producto sólo del ocio abúlico), pero es tiempo de que las personas sensatas también sean capaces de sacar la voz, no para trenzarnos en discusiones estériles, sino para reflejar la necesidad de empatía y sentido común.
En la última discusión sobre la mantención del estado de excepción, por suerte el colegio médico puso algo de cordura.
Es cierto que en el cálculo político, la pandemia finalmente le conviene al gobierno de Sebastián Piñera, porque hay control social, hay flexibildad para el gasto público y la posibilidad de salvar un gobierno que hace algunos meses contaba con la simpatía del “margen de error estadístico”. Pero eso es política y la historia lo juzgará. Nosotros apelamos a la humanidad, a la empatía y al sentido de bien común más allá de la mezquindad de la política chica.

Victor H. Villagrán
Editor Semanario Tiempo