Sobre la validación de la violencia

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Hoy abundan los videos contra el Presidente de la República Gabriel Boric, en que se muestra su aparente contradicción discursiva. Hace algunos años validando la desobediencia civil, seguramente teniendo en mente el recuerdo de las formas de participación política lideradas, por ejemplo, por Henry David Thoreau en Estados Unidos; o de Mahatma Gandhi en India y Desmond Tutu en Sudáfrica.
Sin embargo, como entre nuestros estudiantes no es muy frecuente la exploración de la historia, ni la evolución de la misma, pareciera que hoy la interpretación de esa desobediencia civil (que se desarrolló en contextos muy diferentes) se traduce simplemente como violencia social.
Es realmente triste ver a los jóvenes del instituto nacional o el internado Barros Arana vestidos con pasamontañas rompiendo y quemando lo que tengan al frente. Pero no sólo por el hecho en sí mismo, sino porque seguramente en su fuero interno llevan la errónea convicción de esta actuando “en justicia”. Cargan con una forma de enfrentar la vida que será muy difícil de modificar. Son los hijos del estallido social, que comprenden que esa forma de actuar y de manifestarse es la válida. Seguramente entre sus pares además son los líderes reconocidos, los valientes héroes que luchan, modelo que luego será replicado por otros jóvenes que los miran con admiración como referentes.
El daño que ha producido la validación de la violencia como forma de participación política es muy profundo. La ambigüedad hace lo propio.
Ahora, el presidente Boric ha asumido el rol de garante de la legalidad y la constitución y ha reiterado en varias oportunidades que hará prevalecer el estado de derecho haciendo uso de todas las herramientas que le concede la ley para reestablecer el orden y la seguridad social. Es decir que simplemente asume el rol par el cual fue electo y por el cual hizo el juramento al asumir, pero que inevitablemente se contradice con su actuar y sus dichos en períodos anteriores, en que él mismo o sus ministros validaron formas de “manifestación pública” (violencia y defensa de personas que están siendo procesadas por la justicia) como medios necesarios y respecto de los cuales incluso deberíamos estar agradecidos como sociedad.
Para usted que lee estas líneas es posible comprender el alcance del idealismo político, discutir o analizar con criterio la validez de ciertos hechos en ciertas etapas de la historia y sus límites. Pero, para los jóvenes de la generación “hashtag y tweet” representa muchas veces un modelo sin filtro, un slogan de “lucha por tus derechos” que se asume literalmente, con una molotov en la mano. Evidentemente sin responsabilidad respecto a las consecuencias.

Victor H. Villagrán
Editor Semanario Tiempo