Política de largo plazo

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Hay que hacer lo que hay que hacer. Y hacerlo bien. Parece obvio, pero en realidad recordar estas frases no es tan obvio cuando vemos que algunas de las últimas autoridades no han cumplido con lo mínimo que requiere su cargo.
En el caso de los municipios, que a veces se quieren transformar en productoras de eventos o en promotor de políticas públicas del gobierno, o en pseudoembajadores, viajando a cuánta ciudad extranjera organiza un congreso. Así, se les olvida que su misión básica y fundamental es mantener la ciudad limpia y en orden. Aseo y ornato. Simple, directo, necesario.
Y qué decir de la gobernación regional. Mejor ni recordar.
Pero en ese “hacer lo que hay que hacer”, si bien es indispensable que se cumpla bien con lo básico, también es necesario convocar para soñar más a largo plazo. No sólo tapar hoyos o cortar el pasto, sino también gestionar pensando en la zona metropolitana que conforma La Serena y Coquimbo, por ejemplo. O en el caso de la región, invitarnos a soñar en grande con un futuro a 30 o 50 años más.
En ese sentido, es necesario que se aborden esas labores titánicas, que probablemente traerán más de un color de cabeza pero que significan apuestas de futuro. Por ejemplo resolver el postergado relleno sanitario para la región. La disposición de la basura o esa gran planta de selección y reciclaje con la que algunos que viajaron a San Juan Argentina, llegaron comentado y soñando.
Para esa mirada de largo plazo, esperaríamos que la Estrategia Regional de Desarrollo fuera una luz que orientara los pasos a seguir. Pero sin duda faltó y falta sentido de autocrítica, ya que muchos aplaudieron ese documento elaborado con millones de pesos hace algunos meses atrás, pero que hasta ahora no ha demostrado significar nada para nadie, en concreto. Lo más probable es que sólo ocupe la mesita de centro de alguna sala de espera de alguna repartición pública.
Si hay que hacerla de nuevo, un verdadero líder se atrevería a pujar por ello… O al menos a construir algo concreto a partir de ella. El largo plazo necesita una orientación, no improvisación o inspiraciones divinas del político electo de turno. Veamos qué sucede.