La antártida y el pueblo magallánico II (1948)

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“Ellos me contarían las islas de la danza pávida en torno al remate del mundo y después de ellas, “las Mayores”, a las que “no se daba fin”. Estas serían la tierra y el llamado “Casquete del Mundo”. Y todo lo daban, revuelto con las aventuras de percances polares, en seguimiento del “lobo de dos pelos” y de bestias que casi veo, pero que no se mentar después de los treinta y tantos años…
Cuando la Antártica sacó su busto como la sirena, y fue aprendida de golpe por el mundo, como las “anticipaciones” de Wells, me acordé de aquellas conversaciones que fueron las mayores fábulas y las mejores “veras” que me regalaría el país del viento y de la hierba.
Era aquello un mundo casi rebanado por la indiferencia de las geografías primarias y a la vez poseído y virgíneo para nosotros; la posesión venía de la legalidad de nuestra posesión, y la virginidad, del olvido que le dábamos los chilenos de Llanquihue arriba… Y no digo “Chiloé”, porque también andaban los chilotes corta-mares en la persecución de la noche austral y de la “aurora austral”, que, aunque valga menos que la boreal, harto espléndida fue para mis ojos que la gozarían muchas veces.
Sí, Chile vivió de siempre la esquiva y hoy zarandeada Antártida. La ha hurgado y trajinado, no a lo pirata ni a lo descubridor que otea y deja, que toma y suelta, sino en ruta sabida, en explotación pequeña y constante y en una convivencia que daría para libros de muchos Conrads o Sven Hedins del océano.
Solamente la burguesía magallánica se había quedado sin la “saga” hiperbórea. Satisfecha ella con el hierbal y el pastoreo ovejuno, apenas tenía contactos con el otro Chile que, en chalupas o barcas a lo polinesio, angostas como el pez espada, cabalgaban el mar frenético y mal afamado desde los tiempos del gran portugués. Chilenos y argentinos eran y son todavía aquellos hombres cuya piel ensalmuerada llega a emparentarse con la de la ballena, y todos ellos se vuelven a estas horas los superamericanos por haber guardado íntegro el ánimo aventurero de la raza que domó el desierto de Atacama y también las agriuras de los Andes. Son ellos la brava gente quemada de yodo marino, la del ojo agudo que ve en la peor borra de bruma, y la muy arisca para contar, esto sí, por “no soltar prenda”, respecto de las cacerías furtivas.
Tenían de todo, y con razón aquellos de mi grupo nocturno: de la explotación a la moderna, con grandes dineros y maquinarias rompehielos, que podían arribar llevando capataces extraños al país del largo silencio y barrerlos como a pajuelas, o bien atarles en cuanto a galeotos polares a su clásica explotación: Grandes libres eran y son ellos, llámeseles aventureros o pícaros de aquella picaresca oceánica que Inglaterra se sabe más que pueblo alguno. El mar crea su pasta y su costumbre; él les da el espinazo de acero elástico para la zambullida abisal, y les hace el rompeolas los pectorales. A pesar del rostro color de alga sancochada y de la desnudez de tritones, su élan cuenta tanto como el de los demás saqueadores de la entraña oceánica. La proximidad a los polos los emparenta con el ballenero escandinavo, como que los adjetivos “ártico” y “antártico” dicen casi lo mismo: la gente del arpón y las tretas sobre el hielo y el agua amarga, medio tiburones y algas: la hazaña es idéntica en los dos confines polares, a la vez opuestos y semejantes. Hasta hace poco más de un siglo, la empresa de romper el sello de los Polos ha estado en manos de estos remeros libres, ajenos a los almirantazgos ilustres, sin gorras marinas blanquidoradas, ayunos de escafandras y lanchas a vapor. ¡Pobrecillos! Grandes pobres por su coraje y su desvalimiento de equipo técnico, pero ello no les resta honra ni derechos.
Texto
Gabriela anda por el mundo. Roque Esteban Scarpa.
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¿Dónde estaba Gabriela por esos años de su texto LA ANTÁRTIDA Y EL PUEBLO MAGALLÁNICO?

“En mayo de 1948 visita el High School de Santa Bárbara y dicta una charla: “Palabras para la paz”.
Viaja por segunda vez a México invitada por el Presidente M. Alemán y el Secretario de Educación Pública, Jaime Torres Bodet. Tiene 59 años, llega a Mérida el 12 de noviembre, vía aérea, acompañada de Doris Dana.
Sufre un ataque cardíaco y estuvo al borde de la muerte. Ello le va a impedir ir a ciudad de México. Una vez que se repone visita Chichén Itzá, complejo arqueológico maya que le causa gran impresión.
En Mérida, recibe diversas delegaciones escolares, entre ellas a Nelly Sansores, Directora del Jardín de niños Domingo Castro Pastrana y dicta la conferencia: “El oficio lateral del maestro” en el Departamento de Educación Pública.
Se traslada vía aérea a Veracruz el 30 de noviembre, donde junto a diversos personeros la espera su amiga Palma Guillén. Se instala en Fortín de Flores, donde reinicia su rol consular. Empieza a recibir la visita de diversos personeros y amigos chilenos y mexicanos: Alfonso Reyes, Diego Rivera, Pablo Neruda, Carmen Errázuriz, Olaya Errázuriz de Tomic, ente otros.
Dicta en Veracruz una conferencia sobre Chile en la Biblioteca del Pueblo, solicitando Gabriela que se invite especialmente a los maestros y a los alumnos de las escuelas superiores.
En diciembre hace alocución “A la juventud de México”, donde se refiere entre otros a la Reforma Educacional de Vasconcelos.”
Texto
El pensar y sentir de Gabriela Mistral sobre la educación de la primera infancia, sus educadores e instituciones. M. Victoria Peralta Espinosa.

CONOCIENDO A GABRIELA MISTRAL

Por Rodrigo Marcone
Corporación LatiSUR30