Confieso que soy un simple ciudadano que se siente estupefacto todavía en relación a la elevada cantidad de trabajadores de la esfera pública en su gran mayoría que no respetaron la responsabilidad ética más elemental que involucra su condición de empleados del Estado, en su calidad de servidores de todos los ciudadanos de nuestro país, en lo que se refiere a la transgresión masiva a una norma fundamental recientemente descubierta al hacer uso fraudulento de una licencia médica que se otorga a quien tiene necesidad de reposo para recuperarse de una enfermedad que los incapacite para continuar su actividad laboral.
Aunque no soy experto en ética y mucho menos en inteligencia artificial, ante la que desconfío por naturaleza, no puedo sino aplaudir que nos haya permitido descubrir el fraude más masivo del que tengamos memoria gracias a la iniciativa del ente contralor de las leyes y normas de acción y conducta correctos que rigen en nuestro país para beneficio de todos los ciudadanos.
No cabe duda que se trata de una sorpresa mayúscula, aunque para muchos no lo haya sido, especialmente para quienes lo usufructuaron o para quienes miraron para el lado tras su propia conveniencia ante una realidad que alguien definió en forma muy acertada al afirmar que la emisión de una licencia médica equivale a emitir un cheque que debe pagarse al portador con la diferencia que quien lo paga no es el dueño de la cuenta sino que lo paga un otro de acuerdo a la orden emitida. En otras palabras lo paga el Estado a través de las instituciones de salud a su cargo o bien un privado a través de una institución de salud de este ámbito.
La gran verdad es que el Estado se encuentra con una papa caliente en sus manos que como tiene una cantidad tan grande de brotes se asemeja más bien a un pulpo gigante que no atina a cogerlo por el lado más adecuado: si por el lado administrativo o por el judicial. Es obvio que no puede despedir a tantos funcionarios públicos dado que no puede prescindir de ellos para sus instituciones cumplan con la actividad de servicio que les corresponde. Por el lado judicial tampoco se percibe mucha claridad: nuestro sobrecargado sistema judicial no se encuentra en condiciones de asumir una tarea gigantesca incapaz de asumir a cabalidad.
La gran pregunta es entonces: ¿Por dónde tomar la papa caliente sin quemarse las manos y quedar más chamuscado que un guante de bombero?. ¿Un “perdonazo”?. Imposible. No sería justo y tampoco políticamente correcto, mucho menos en un año electoral. ¿Obligarlos a asistir a clases de ética?. Una burla que los ciudadanos no tolerarían. ¿Cambiar las leyes con efecto retroactivo?. Imposible. Una aberración que nuestra Constitución sabiamente no permite.
En consecuencia nos encontramos ante un problema de una magnitud insospechada que nunca ante hemos enfrentado como país y sobre el que no tenemos pautas orientadoras y mucho menos jurisprudencia, aunque no podemos descartar en absoluto que nos conduzca a una avalancha de formalizaciones o solicitudes de amparo legal que se transformen rápidamente en un ovillo más enredado que pelea de gusanos, por decirlo de alguna manera, que nos mantenga paralizados durante varios años en busca de una solución razonable para todos.
Hace algunos días un columnista de un diario de circulación nacional compartió que había consultado a la IA sobre las normas relacionadas con la ética laboral y obtuvo la siguiente respuesta: 1) Cumplir con tu trabajo con honestidad es la base de toda ética laboral. Sin honestidad se pierde la confianza, cimiento de toda relación profesional. 2) Harás tu trabajo con máxima dedicación incluso cuando nadie te observa. La ética real se demuestra cuando no hay supervisión. 3) Respetarás a tus compañeros, superiores y subordinados. El respeto crea un ambiente sano, productivo y justo sin lo cual ninguna ética puede sostenerse 4) Te responsabilizarás de tus errores y aprenderás de ellos. Admitir errores demuestra madurez, fortalece la confianza y fomenta una cultura de mejora continua 5) No participarás de chismes, corrupción o favoritismo. Estos comportamientos son corrosivos para la cultura organizacional. La integridad se demuestra evitando prácticas desleales.
De seguro que quienes hicieron uso fraudulento de licencias médicas hicieron caso omiso de lo que significa realmente la ética laboral y mucho menos escucharon ni hicieron suyas las sabias palabras de San Agustín de Hipona (siglo IV d. c.) : “LO CORRECTO ES LO CORRECTO AUNQUE NADIE LO HAGA; LO INCORRECTO ES INCORRECTO AUNQUE TODOS LO HAGAN”.
