Expertos o inexpertos

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Difícilmente le pediría o aceptaríamos que un podólogo realizara la operación de neurocirugía de un familiar directo. Un pescador se supone que sabe mejor que un minero sobre cómo lanzar las redes. Y un profesor algo sabe o debería saber sobre cómo educar a un niño. “Todo es relativo”, dicen algunos, pero no tanto como para dejar en manos de un ignorante algo que requiere conocimiento y preparación. No se trata de discriminar, se trata de ser realistas y eficientes en la construcción social.
Pero de la misma manera y como contra argumento, esta semana surgieron inmediatamente las críticas sobre los llamados expertos. Una de las bromas virales decía que “el puente Cau-Cau fue proyectado y construido por súper expertos de empresas privadas que a su vez habían sido revisados por otros tantos expertos del ámbito público”.
Ser experto significa ser hábil o tener gran experiencia en un trabajo o actividad, es decir tener muchos conocimientos en una materia. Pero esto último, por sí solo, no garantiza al cien por ciento un resultado exitoso. De hecho, en la última convención constituyente estuvieron expertos como Stingo, Atria, Bassa, Hube, González y Harboe. Sin embargo sucedió lo que ya todos sabemos.
Entonces, cuál es la garantía. Ninguna si es que el proceso de elección de los expertos no se produce en un ambiente propicio que tenga honradez en el punto de partida. Libre de sesgos, prejuicios y ambiciones personales egoístas o mandatos de grupos extremos dispuestos a no tranzar. Si ese ánimo no se presenta en el proceso, será difícil llegar a buen puerto.
Y es ahí donde entra en juego el arte de la buena política, la que busca entender y dialogar, no sólo obtener tozudamente agua para el molino propio. En este sentido, Chile ha dado muestra de una cierta madurez política y aparentemente de una voluntad por avanzar, sin quedarse pegado en las recriminaciones eternas del pasado.
Pero, en el otro extremo de los expertos, está el de la ignorancia. Y el ignorante más peligroso es el que ignora que no sabe y actúa con prepotencia y vociferante para imponer un juicio sin argumentos. Y en política es un área en la que se requiere que volvamos a contar con personas con experiencia, no sólo en la transacción política o las campañas, sino experiencia y sabiduría de vida. Es tiempo de que la política asuma el desafío de elevar el nivel, de dejar las pequeñeces y chimuchina chica para trabajar en serio para un futuro promisorio y desafiante en nuestro país.
Nuestra región, por lo pronto, debemos comenzar a preparar la renovación de liderazgos y comenzar a proyectar las próximas elecciones con personas que tengan vocación y experiencia reconocida.

Víctor H. Villagrán
Editor Semanario Tiempo