El duro momento que atraviesan las casas de cambio: sin argentinos proyectan verano y un 2022 prácticamente “perdido”

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Reconocen que los servicios a visitantes transandinos representan entre un 85 y 90% del volumen del negocio en temporada estival, periodo que se genera las mayores utilidades para “sobrevivir” el resto del año. Consideran que la mala racha -incidida por el estallido social y la pandemia- viene desde el terremoto del 2019.

Un complejo momento viven las casas de cambio en la región de Coquimbo. Ello por la pandemia de Coronavirus que bajó nuevamente las puertas -hasta nuevo aviso- del paso internacional Agua Negra, corredor fronterizo de entrada para los visitantes argentinos provenientes la provincia San Juan.
Un duro golpe, pues el movimiento de transacción de divisas a ese público representa entre el 85 y 90% del volumen total durante la temporada estival, periodo que genera las mayores utilidades para “sobrevivir” durante el resto del año, donde debe seguir costeándose los gastos fijos de arriendo de inmuebles y personal.
Hugo Herrera, dueño de una casa de cambio en el subterráneo del Caracol Colonial, cuenta que el impacto lo vienen sufriendo hace más de dos años, regresivamente por la emergencia sanitaria, la crisis social y el terreno de enero en 2019.
“Prácticamente estamos hace tres años que no tenemos turismo argentino. Estábamos esperanzados en la apertura de Agua Negra, pero con su cierre se nos limitó un año más. Aunque abran el paso Los Libertadores, hay muchas condiciones para ingresar, y la gente que iba a venir, están llamando para cancelar los encargos de dólares. Los argentinos se están yendo a Uruguay”, dice.
En este local, el boletaje está concentrado en un 90% por transandinos y el resto por turistas de otros países y de Europa.
“El movimiento está bajo permanentemente, en ningún momento repuntó porque la gente que logró pasar por Los Libertadores tenía que hacerlo a ver sus departamentos de playa, a cancelar los gastos comunes que asumen”, explica.
Fernando Adones, dueño de una casa de cambio en el mismo centro comercial, coincide con Herrera al plantear que el verano es el momento de mayores utilidades para el negocio: “ya llevamos dos veranos malos y nos ha tocado duro en la región. Más aún con la fragata portuguesa que afecta al turismo, actividad de la que dependemos y vivimos”, detalla.
Sin embargo, para el locatario la balanza se ajusta con el envío de remesas que realizan los trabajadores extranjeros residentes en la región, espacialmente de haitianos, venezolanos, colombianos, peruanos y bolivianos.
Otro aporte de compra de divisas está en los jóvenes, entre 25 y 40 años, que viajan a Brasil. “Por ahí nos estamos moviendo como casa de cambio” añade.
Algo que para Herrena no ayuda del todo, debido a que los empleados extranjeros mandan entre un 10 a un 15% de sus sueldos a sus países de origen.
“Enviar giros no deja tampoco una cantidad muy grande para suplir los gastos”, culmina.