CAUSAS DE LA DESCONFIANZA EN NUESTRO PAÍS (Síntesis cuaderno de espiritualidad Nº 192, pág. 355)

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En Chile se ha producido una pérdida de confianza muy grande en los últimos años. Pérdida de confianza de unos con otros, en el sistema, en el futuro, en las instituciones y en quienes las componen, lo que hace necesario elaborar algunas ideas para la reflexión.
Entre las razones de la desconfianza destaca en primer lugar una especie de miedo a no pisar firme. Muchos hemos tenido sin duda la oportunidad de subirnos a un avión y experimentamos una sensación de inseguridad cuando el avión despega. Cuando levanta el vuelo y se despega de la tierra, algo de intranquilidad se siente, aunque sea momentánea.
El siglo pasado vio desmoronarse muchas de las certezas que dieron seguridad a las sociedades occidentales y esta erosión de las seguridades tiene como una de sus principales consecuencias una sensación de desarraigo, de miedo, de angustia. Por eso es que, sean de izquierda o de derecha, las masas presentan sus demandas movidas por el temor al futuro. No nos movilizamos ya por grandes ideales, sino por aquello más inmediato, que nos entregue confianza y seguridad para el futuro.

A ello debemos agregar una falta de densidad ética que nos conduce a un dejar de creer en la palabra al darnos cuenta que no se refleja en la realidad. Si los políticos hacen constantes llamados a la unidad, pero en los hechos son expertos en disputas pequeñas con sus adversarios, e incluso con correligionarios; si los sacerdotes nos hablan de acogida y compasión, pero se muestran con frecuencia duros e inflexibles; si los empresarios hablan de progreso y crecimiento, pero se ve tan poca voluntad de cambiar condiciones monopólicas o abusivas, entonces la desconfianza reinará con justa razón.
Ante esta pérdida de confianza relacionada con la pérdida de esta densidad ética es urgente tomar conciencia que la buena política se sustenta sobre un capital de confianza que debe, a su vez, construirse justamente sobre convicciones éticas que hoy no abundan en nuestro ideario social.

La desafección generalizada con la política surge de la decepción que provocan actitudes acomodaticias, que pretenden convencer de que esas posturas no están contaminadas por conveniencias personales o grupales. El gran desafío del momento es justamente poder demostrar sin lugar a dudas que ese actuar es genuinamente ético, es decir, demostrar que se trata de un actuar que se sustenta en razones totalmente ajenas a toda posición de conveniencia.
Los niveles de desconfianza que enfrentamos en nuestro país tienen que ver también con el nivel de desigualdad en el que vivimos. Sin embargo, no es sólo desigualdad, sino que lo más dramático son los niveles de segregación. Los niveles de segregación urbana a los que hemos llegado hacen casi imposible toparse y menos convivir con familias de otras realidades socioeconómicas. Las distancias se han convertido en verdaderos abismos, donde el desconocimiento refuerza los prejuicios y hace inviable construir confianzas.

Ante esta realidad es necesario tomar conciencia que recuperar la confianza toma tiempo en ser construida y muy poco en ser destruida. Muchas veces tendemos a juzgar la intención del otro, antes que intentar salvar su propuesta. La soberbia nos lleva a pensar, quizás con demasiada frecuencia, que nosotros somos los buenos y los otros los malos.
Ni los curas son todos pedófilos, ni los empresarios todos ladrones, ni los políticos todos corruptos. Las generalizaciones no sólo causan daño a instituciones, profesiones o actividades, sino que dan cuenta de cierta pobreza argumentativa de la que tenemos que hacernos cargo. Recuperar confianzas pasa por asumir que en los tiempos que vivimos el testimonio vale más que mil palabras y cada ciudadano está llamado a darlo como corresponde.

Por Dr. GONZALO PETIT / Médico