Acuicultura y granjas marinas

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Cinco pilares productivos de nuestra región: por un aparte la agricultura y agronidustria, en segundo lugar la minería y energía, en tercer lugar el turismo, en cuarto lugar los servicios (educación, servicios financiaros e inmobiliarios entre otros) y finalmente la pesca y la acuicultura.
Ese era el esquema tradicional para entender las vocaciones productivas de nuestra región de Coquimbo. Esos eran los ejes sobre los cuales se planificaba el desarrollo local. Y el último mencionado tenía esos dos aspectos, por una parte la pesca, artesanal e industrial, extractiva y ancestral, que con todas las vedas y restricciones sufría de bastante incertidumbre, debilidades y amenazas.
Desde los años 90 en nuestra región se fue desarrollando con mucha más fuerza algo que venía estudiándose en las universidades, analizando experiencias internacionales y buscando formas de aplicar en la economía local. Era la acuicultura que revolucionaba la forma tradicional de vincularse con el mar. Desde esos años hasta hoy se ha evolucionado bastante, se ha experimentado y se han adaptado las técnicas. Hoy se habla de acuicultura en tierra, con grandes piscinas de ambiente controlado. Y también se sigue apostando a la acuicultura monoproductiva tradicional en mar abierto, con especies como las ostras y los ostiones.
Pero en ese camino nos fuimos dando cuentas de que hubo emprendedores “visionarios” que lograron acaparar una buena parte de las superficies marinas protegidas en las principales bahías aptas para la siembra de mar. Hoy, a pesar de esa bastedad del océano, podemos observar desde la costa como miles de boyas marcan muchos kilómetros de mar concesionados en la bahía de Guanaqueros y Tongoy, por ejemplo.
En este contexto, resulta interesante lo que está haciendo la Universidad Católica del Norte, al enseñar a los pescadores artesanales una forma diferente de explotar su áreas de manejo, ya no solo controlando la extracción o depositando semillas para recuperar el crecimiento natural de las especies, sino que también avanzando en un modelo integrado de granjas marinas. Espacios en que existen una variedad de cultivos, que interactúan y van replicando esas sinergias propias de los ambientas naturales.
A pesar de todos los avances, el mar sigue siendo lejano para muchos. La cantidad de alimento marino no es suficiente en nuestras mesas y por ello, quizás, un eje estratégico del gobierno regional y el Consejo Regional pueda ser el fomento activo de este pilar productivo de nuestra región. Hay mucho que avanzar, mucho que aprender y mucho por ganar si vamos de frente hacia nuestro mar.

Víctor H. Villagrán
Editor Semanario Tiempo