Inicio Opinión PREGUNTAS ABIERTAS

PREGUNTAS ABIERTAS

18
0

Se ha transformado en una costumbre entre nosotros la frecuente intención equivalente a un intento de resucitar muertos, en especial en lo que a nuestra historia se refiere, aunque es necesario reconocer que no es sólo una característica “chilensis” por así decirlo. No somos los únicos en realidad, pero la cercanía nos estremece a coletazos una y otra vez, no importa cuántos años hayan transcurrido desde los eventos que vamos sacando a flote o resucitando, según como se lo interprete, despertando sentimientos profundos, la mayoría de ellos incómodos.
Fenómeno psicosocial que se refleja claramente en una infinidad de preguntas abiertas cuya característica fundamental es que conducen por un lado hacia otra infinidad de preguntas que habitualmente no tienen un respuesta certera y que aunque la tuvieran no dejan conformes a todos, en especial a los que de alguna manera se vieron involucrados directa o indirectamente.
Una pregunta bastante conocida es aquella esgrimida por Vargas Llosa, escritor peruano recientemente fallecido, que se pregunta: “¿Cuándo se jodió el Perú?”, registrada en su famoso libro “Conversaciones en la Catedral”, al percibir la progresiva decadencia de su país. Pregunta que hasta hoy no ha tenido una respuesta precisa y definitiva para los peruanos pese a los años transcurridos y a los múltiples enfoques sociopolíticos que han vivido durante las últimas décadas, aunque me arriesgaría a sospechar que mucho tuvo que ver el cambio de su sistema político a uno de tipo semi presidencial, tan añorado por aquellos que soñaban con imponerlo en nuestro país a través de la primera propuesta para una nueva Constitución para nuestro país que fue rechazada abruptamente demostrando la madurez de los ciudadanos chilenos.
En lo que respecta a nosotros podríamos también hacernos la misma pregunta: “¿Cuándo se jodió Chile?”, ante lo que no cabe duda que viviríamos el mismo dilema de encontrarnos con una infinidad de preguntas y posibilidades. ¿Fue cuando nos fue tan bien que nos engolosinamos con nuestros logros y nos convencimos que era cosa de echar a correr la rueda como una bola de nieve que iba a ir creciendo espontáneamente mientras avanzaba por inercia hasta darle con el cascabel al gato del desarrollo?. ¿O fue cuando con convencimos que habíamos recibido como premio a nuestro esfuerzo una gran torta y que había llegado el momento de repartirla a diestra y siniestra olvidando que por mucho que nos esforzáramos en el tamaño de cada tajada la torta no iba a alcanzar para todos?. Preguntas que podrían continuar hasta el infinito con igual resultado: nunca llegaríamos a un consenso en relación a la respuesta correcta.
Y no se trata obviamente de la única pregunta incómoda. Recientemente ha saltado a la palestra la pregunta: “¿Fue inevitable el golpe militar del año 1973?”, en relación a lo cual tampoco nos vamos a poner nunca definitivamente de acuerdo. De modo que lo más sensato y razonable es analizarlo como un hecho histórico que nunca hubiéramos querido vivir, en especial en lo que se refiere a la gran cantidad de pérdida de vidas humanas. Pregunta que en todo caso desencadena como siempre una infinidad de preguntas y una de las más importantes y recurridas es:”¿Haber realizado ese año un plebiscito habría evitado la tragedia?, la que a su vez conduce inevitablemente a preguntarnos “¿Cuáles habrían sido las opciones propuestas?”, lo que nunca sabremos dado que no se anunció públicamente ni se realizó. Pero considerando la situación imperante en la época se descartó simplemente debido a que todo indicaba que se rechazaría de plano la propuesta del gobierno de la época. Y si se hubiese realizado: “¿Habría sido suficiente para evitar una guerra civil no declarada, al menos oficialmente, en nuestro país?”…
Ello considerando que existía además una situación que nunca debemos olvidar: que el odio entre hermanos conduce a la larga a las atrocidades más terribles que podamos imaginar. El odio ciega la conciencia y despierta y estimula las más bajas pasiones humanas hasta niveles inimaginables. Si bien hoy días percibimos una acentuada polarización en nuestro país, no se puede comparar en absoluto con el odio que podía respirarse en el aire invadiendo todos los ambientes de nuestro país. En las calles la gente de uno y otro bando se amenazaban e insultaban unos a otros, situación que ocurría muchas veces incluso en festejos familiares cuando no coincidían en sus ideas, lo que demuestra claramente que en esos años no anidaba la semilla de la paz en el corazón de los ciudadanos. Es por eso que no debemos olvidar nunca que “la paz del corazón es el corazón de la paz”, sabias palabras inspiradas en la vida de San Francisco de Asís.

Por Dr. GONZALO PETIT / Médico

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí