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Paulin Reynard, Félibrige: “Frédéric Mistral defendió la dignidad de lo propio, y ese mensaje sigue siendo universal”

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El presidente mundial del Félibrige visitó La Serena junto a una delegación provenzal en el marco de los 80 años del Nobel de Gabriela Mistral. En conversación con Diario La Región, reflexiona sobre la defensa de las lenguas regionales, el legado del poeta occitano y el lazo cultural entre la Provenza y el Valle de Elqui.

Por Joaquín López Barraza

Desde el sur de Francia hasta el norte de Chile, Paulin Reynard trajo consigo el eco de la lengua provenzal. El presidente del Félibrige visita La Serena para honrar a Gabriela Mistral y tender un nuevo puente entre la Provenza y el Valle de Elqui.
El Félibrige, una de las organizaciones culturales más antigua de Francia, fundada en 1854 por el poeta Frédéric Mistral, y trajo una delegación de 30 provenzales para rendir homenaje a Gabriela Mistral, la escritora chilena que tomó el apellido del Nobel francés en reconocimiento a su obra y a su visión del mundo.
Ambos poetas, aunque nacidos en realidades distintas, compartieron una misma causa: la defensa de las lenguas y culturas regionales. En 1539, el rey Francisco I decretó la unificación del idioma francés, desplazando las lenguas locales; Mistral resistió esa homogeneización desde la poesía y el activismo. Lucila Godoy Alcayaga, siglos después, reconoció en esa lucha un espejo de América Latina y de su propia misión como escritora, adoptando el nombre del provenzal que defendió la dignidad de lo propio.

—El Félibrige nació para defender la lengua provenzal. ¿Qué desafíos enfrenta hoy ese ideal en una Europa cada vez más uniforme?
El Félibrige nació en plena “primavera de los pueblos”, cuando Europa buscaba libertad e identidad. Desde entonces, defendemos el derecho de cada pueblo a hablar su lengua, estudiar su cultura y vivir en su territorio. Hoy, la situación sigue siendo difícil: Francia no reconoce oficialmente sus lenguas regionales, y el francés sigue siendo la única lengua del Estado. Pero conservar una lengua no es tarea solo de quienes la hablan; es responsabilidad de toda la humanidad proteger la diversidad cultural del mundo.
—Usted lidera una institución con más de siglo y medio de historia. ¿Qué significa renovar una tradición sin traicionarla?
Renovar no significa olvidar. Es tener conciencia del peso de la historia, pero también confianza en el presente. Nuestros antepasados nos mostraron el camino, pero el desafío actual es usar los medios modernos —música, arte, tecnología, incluso la inteligencia artificial— para mantener viva la lengua provenzal. No hay que temerle a la modernidad; hay que integrarla para que las nuevas generaciones encuentren su lugar en esta herencia.

—En un mundo donde muchas lenguas desaparecen, ¿cómo se sostiene la esperanza de preservar una como el provenzal?
La esperanza está en dos caminos: la educación, para enseñar el idioma en las escuelas, y la creación, para hacerlo vivir fuera de ellas. Mientras una lengua se use para cantar, escribir o pensar, seguirá viva. Cada vez que alguien pronuncia una palabra en provenzal, el mundo se hace un poco más amplio.

—Frédéric Mistral fue poeta, lingüista y activista cultural. ¿Qué aspecto de su legado considera más vigente hoy?
Su convicción de que la poesía y la lengua son inseparables del territorio. Mistral escribió desde el paisaje, desde su gente, y lo hizo en la lengua de su infancia. Su Nobel, obtenido en 1904, es una victoria simbólica: demostró que una lengua regional podía alcanzar el más alto reconocimiento internacional.
—¿Qué lecciones deja sobre la relación entre lengua, territorio y creación literaria?
La lengua es la raíz del alma. Es a través de ella que comprendemos el lugar que habitamos. Cuando una lengua muere, se apaga una forma de mirar el mundo. Por eso, cada idioma regional es también una manera distinta de sentir la belleza y la historia.
—¿Cree que Mistral imaginó el Félibrige como un movimiento regional o como una visión universal de la cultura?
Estoy seguro de que Mistral comenzó defendiendo su región, pero su mensaje era universal. Él soñó con un mundo donde todas las culturas pudieran convivir en igualdad y respeto, y por eso su mensaje fue comprendido por intelectuales de muchos países, incluida Gabriela Mistral.
—Gabriela Mistral tomó su nombre del poeta provenzal. ¿Cómo interpreta ese gesto desde el Félibrige?
Para nosotros es un honor. Gabriela se conmovió con la obra y la sensibilidad de Frédéric Mistral. Al tomar su nombre, reconoció la fuerza espiritual de un hombre que defendía lo pequeño frente a lo grande, lo local frente a lo uniforme. Ese gesto fue también un acto de fraternidad poética.
—¿Qué afinidades percibe entre la poesía de Frédéric Mistral y la de Gabriela Mistral?
Comparten el amor profundo por su tierra, su gente y su paisaje. Cuando uno lee a Frédéric siente el aroma de la Provenza; cuando lee a Gabriela, escucha el viento del Valle de Elqui. Ambos transformaron su entorno en lenguaje universal.

 

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