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NO MÁS APRENDICES

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Creo no equivocarme al percibir que la mayoría de los ciudadanos de nuestro país están muy conscientes a estas alturas que necesitamos elegir candidatos debidamente preparados para ejercer con eficacia actividades de gobierno y que no sean como nos ha sucedido con aquellos que han accedido a altas instancias de poder institucional para aprender el cómo hacerlo y que lo han ido improvisando desde la partida a barquinazos y zarandeos de los que hasta ahora experimentamos las desagradables consecuencias.
Aunque nos resulte incómodo reconocer que fuimos los ciudadanos quienes escogimos muy mal entre opciones que se nos presentaron pese a que la razón nos sugería a priori que ninguno de los candidatos se encontraba realmente en condiciones de asumir un gobierno con el éxito esperado y que nos dejamos llevar por factores claramente no determinantes, más bien sueños e ilusiones. En otras palabras, confiamos en lo que quisimos creer.
Para aprender a gobernar están los institutos y las universidades donde es posible aprender y practicar el “aprender haciendo”, lo que no es razonable ni aplicable en el caso de gobernar un país como ha ocurrido entre nosotros. Sobre todo en manos de estudiantes universitarios sin ninguna experiencia al respecto y con la desprejuiciada actitud de “habitar el cargo”, como quien se coloca un sombrero que cual titiritero que va sacando conejos para entretener a su público. En relación a cual no ha faltado quien ha planteado con todo desparpajo que si su programa no les agrada a sus seguidores no hay problema: tiene otro disponible.
Esta es una situación que no puede volver a ocurrirnos so pena de poner en alto riesgo nuestro acontecer democrático. Recuerdo que hace algunos años intuía de alguna manera que si bien la democracia constituye sin duda el más justo y eficiente sistema de gobierno, me daba cuenta al mismo tiempo que por desgracia anida en su interior la semilla de su propia destrucción. Hoy me doy cuenta que tenía la razón y que la encarnación de una de estas semillas se relaciona directamente con la exagerada fragmentación política con 25 partidos en la actualidad, lo que si no se revierte a un breve plazo vamos a alcanzar inevitablemente un punto de no retorno.
No podemos continuar hundiéndonos en el pantano de la incertidumbre económica. Si bien es muy positivo mantener un adecuado control de la inflación no deja de ser extremadamente preocupante que instituciones autónomas como nuestro Banco Central y otras, incluidos responsables centros de estudio, no estén advirtiendo constantemente que estamos en problemas y que se requieren de medidas concretas de corrección a la brevedad, a pesar de lo cual continuamos gastando dinero a manos llenas como si estuviéramos creciendo al 4 % o más.
Es como si una familia no acomodara sus gastos de acuerdo a sus verdaderos ingresos y continuara gastando y endeudándose asumiendo ingresos sobre los $ 4 millones mensuales sin considerar que su ingreso mensual verdadero rasguña apenas la mitad, con lo que la deuda continuará aumentando sin control y llegará inevitablemente el momento en que sus presuntos ingresos ni siquiera le alcanzarán para cubrir los intereses ¿Y la amortización de la deuda cuando?… Al final tendrán que pagarla sus hijos y sus nietos, y en el caso de nuestro país las generaciones del futuro que verán seriamente limitadas sus posibilidades de desarrollo.
Sin contar que tenemos una infinidad de realidades disfrazadas. En los últimos 10 años el empleo en el mundo privado en Chile ha aumentado en un 12 % mientras que en el mundo público lo ha hecho en un 57 %. Es decir que por cada empleo formal privado se han creado 5 empleos en la administración pública. Aumento que ocurre de regla como pago de favores políticos en cada cambio de gobierno pero que nunca antes había ocurrido en esta magnitud, presuntamente como una medida destinada a ocultar los altos niveles de desempleo formal a nivel país.
Para que esto no continúe sucediendo sin control hasta enviarnos por el despeñadero vamos a tener que reflexionar muy bien en relación a quien y a quienes vamos a entregar nuestro voto en las elecciones presidenciales y de parlamentarios de este año. No cometamos otra vez el mismo error de votar por quien o quienes nos impresionan como más carismático y con mejor “perfomance”, como se dice ahora. Revisemos acuciosamente programas y desempeños, su verdadera factibilidad de sacar lo que prometen adelante con eficacia y responsabilidad, quien los acompaña y sus características, para que no nos vuelvan “ a pasar por el aro” por segunda vez.

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