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La Región de Coquimbo y el valor de envejecer con dignidad

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Octubre, el Mes de las Personas Mayores, nos invita a detenernos y mirar con atención a quienes han sido el pilar de nuestras familias, barrios y comunidades. En la Región de Coquimbo, donde la vida en comunidad es parte de nuestra identidad, este mes adquiere un sentido especial. Reconocer a las personas mayores no es solo celebrar su experiencia, sino también reflexionar sobre los desafíos que enfrentan en su vida cotidiana.
Hoy, más del 20% de la población regional supera los 60 años. En los valles, en la costa y en los pueblos del interior, hombres y mujeres mayores mantienen viva la memoria de nuestras tradiciones. Son ellos quienes conservan las costumbres campesinas, los oficios heredados y el sentido de pertenencia que caracteriza a nuestra región. Sin embargo, muchos enfrentan la soledad —según cifras oficiales, más de 29 mil viven solos—, la falta de redes de apoyo y pensiones insuficientes. Envejecer en Chile, y también en Coquimbo, sigue siendo para demasiados un acto de resistencia.
Por eso, hablar de este mes no puede quedarse solo en lo simbólico. Envejecer con dignidad implica garantizar derechos: acceso oportuno a la salud, espacios públicos amigables, participación social y seguridad económica. Requiere voluntad política, compromiso ciudadano y una mirada que entienda que las personas mayores no son una carga, sino una parte activa y esencial de nuestra comunidad.
Cuando hablamos de la pobreza que enfrentan muchos de nuestros mayores, no nos referimos únicamente a la económica, sino también —y a veces con mayor profundidad— a la pobreza emocional. Allí cobran especial valor las iniciativas que promueven un envejecimiento activo, vital y socialmente valioso, cuando existe acompañamiento, respeto y afecto. Pero estos esfuerzos deben ser sostenidos, no depender solo del entusiasmo de algunos municipios o agrupaciones.
Cada persona mayor encierra una historia que merece ser escuchada. Han vivido los cambios de nuestras ciudades, han educado generaciones y han tejido el alma de esta tierra. Reconocerlos es un acto de justicia, no de caridad.
Que este octubre no sea solo un mes de homenajes, sino el inicio de una mirada distinta: una región que aprenda a valorar la vejez como una etapa de plenitud, no de olvido. Porque en cada arruga hay sabiduría, y en cada mirada, una lección que nos recuerda quiénes somos y hacia dónde queremos ir.

 

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