El último tramo del año no solo es tiempo de balances, también representa la oportunidad para que las empresas decidan si transforman recursos en inversión o que estos se pierdan en excedentes. En Chile, esta decisión es más relevante que nunca: hablamos de millones de pesos que pueden marcar la diferencia entre desaprovechar un beneficio o multiplicar su valor en capital humano, innovación y desarrollo social.
Una discusión que ha cobrado fuerza en los últimos meses gira en torno a una herramienta que puede marcar esa diferencia: la Franquicia Tributaria de SENCE. Es una herramienta concreta que permite generar capacitaciones para potenciar habilidades, construir trayectorias laborales más sólidas, cerrar brechas de género y generar proyectos con impacto directo en comunidades. Cada peso invertido en capacitación significa apostar por el futuro de las personas y por la competitividad de las industrias.
Los ejemplos del impacto social que se puede obtener con el uso de esta herramienta abundan. A través de programas de formación temprana, por ejemplo en Casablanca, FLS, el Liceo Manuel de Salas y Vetas de Talento, han podido capacitar y acercar a más de 400 estudiantes a la minería como opción real de desarrollo profesional. Mientras que en Antofagasta, empresas como SQM y Minera Centinela han permitido entregar herramientas de empleabilidad a habitantes de la zona e impulsar la incorporación de mujeres en equipos históricamente masculinizados todo por medio de programas que se financian por este medio.
La evidencia demuestra que la franquicia puede ser un verdadero motor de transformación. Solo en 2024, alrededor de 524.000 personas participaron en cursos financiados a través de este mecanismo, lo que representó una inversión de más de $164.000 millones, según datos de la Dirección de Presupuestos (DIPRES). No se trata de gasto público directo, sino de recursos que las propias empresas reinvirtieron en capacitación gracias a este incentivo tributario.
Este volumen de beneficiarios refleja la magnitud de los programas de formación que se ejecutan cada año y confirma que la franquicia no solo fortalece capacidades laborales, sino que también puede traducirse en innovación social y desarrollo territorial. Hoy, la minería lidera en el uso de este mecanismo, pero la invitación es a que otros sectores productivos den el paso. Porque mientras algunos aún pierden recursos año tras año, otros ya han comprobado que la capacitación genera productividad, inclusión y un futuro compartido.
La pregunta entonces no es cuánto se pierde al no usar la franquicia tributaria. La verdadera interrogante es cuánto dejamos de ganar como país al desaprovecharla. En un contexto donde la productividad y la equidad son más urgentes que nunca, la respuesta no puede ser dejar que el dinero se esfume: la respuesta debe ser invertir en las personas. Porque creer en ellas es construir futuro.