Fue un verdadero deleite escuchar a la Contralora General de la República Dorothy Pérez, no sólo por la nitidez, contundencia y fluidez de su exposición en torno a su función en Contraloría, sino por la seria de mensaje explícitos e implícitos que dejó en su última presentación en ENADE, en Santiago hace algunos días.
Y es que ya varios se animan a desear que sea candidata a la presidencia de la República, y en realidad -sin saber ni siquiera cuál sería su militancia o simpatía política- le haría un gran bien al país contar con alguien con ese nivel de claridad respecto a buen ejercicio de la función pública.
La contralora destacó los evidentes hitos y logros de su institución y de paso apuntó a le necesidad de más recursos, pero también dejó sobre la mesa profundos mensajes sobre el trabajo en conjunto y unido para que el país pueda surgir. “Tenemos que movilizarnos, dejemos las peleas estériles y avancemos todos juntos”, señaló.
Dejó en evidencias fallas del sistema público que todos conocemos hace mucho tiempo, pero respecto de las cuales no había suficiente convicción para enfrentar con uso de moderna tecnología y también utilizando estrategias más simples y directas que pasan solo por la buena gestión.
Y quizá lo más relevante es cómo ella permite visualizar, soñar, llenar de esperanza respecto a que sí es posible alcanzar la excelencia en el servicio público y dejar de sustentar ineficiencias, mediocridades y abusos del aparato público.
Su energía y claridad contagia y es de esperar que muchos alcaldes, directores de servicio, funcionarios de mediano y menor rango la escuchen con atención.
El nivel de ineficiencia a ratos se torna insoportable en muchas áreas. El nivel de descaro en el uso y abuso de puestos políticos, recursos, oportunismos y despilfarros que si bien pueden “cumplir formalmente con los requisitos” parten de la base del mínimo esfuerzo, en “no hacerse problema”, en “dejar que otro resuelva después”.
Si bien algunos acusan una verdadera Dorothymanía, lo cierto es que este tipo de liderazgos es el que uno esperaría de un buen presidente o presidenta de la República y no el discurso pequeño, las rencillas oportunistas y las desacalificaciones deseperadas. Puede que Dorothy pase, pero al menos por estos días, es importante que su mensaje perdure.
Víctor H. Villagrán
Editor Semanario Tiempo