Óscar Barrientos, académico oriundo de Osorno y profesor en la Utah Valley University, fue testigo del asesinato de Charlie Kirk durante una charla en Utah. Su testimonio llegó al Semanario Tiempo gracias al contacto con el serenense Sergio Pino, residente también en Utah, Estados Unidos.
Por Joaquín López Barraza
El miércoles 10 de septiembre, Charlie Kirk (31), fundador de Turning Point USA, murió tras recibir un disparo durante una actividad en la Utah Valley University (UVU), en Utah, donde se habían congregado unas 3.000 personas en un patio al aire libre. El ataque ocurrió pocos minutos después de iniciada su presentación, en medio de un ambiente dividido entre adherentes entusiastas y opositores que protestaban desde una galería superior.
Turning Point USA es una organización juvenil conservadora que funciona como un think tank político —es decir, un centro de ideas y activismo diseñado para influir en la opinión pública y en la agenda nacional, especialmente en los campus universitarios— y que convirtió a Kirk en una de las figuras más influyentes del trumpismo entre los jóvenes.
La policía y el FBI encabezan la investigación, mientras que el gobernador de Utah, Spencer Cox, calificó el hecho como un “asesinato político”, generando un fuerte impacto en un país que ya vive una creciente polarización.
El ascenso de un activista
Kirk era considerado uno de los rostros más influyentes del conservadurismo juvenil en Estados Unidos. Con apenas 18 años fundó Turning Point USA, organización que creció exponencialmente con financiamiento de donantes ligados al Partido Republicano y a Donald Trump. Desde allí organizó convenciones masivas de hasta 10.000 asistentes, campañas en redes sociales y giras universitarias que buscaban disputar la influencia demócrata en la juventud.
Además de ser rostro habitual en Fox News, Kirk levantó su perfil como operador político de Trump en los campus, impulsando mensajes a favor del libre mercado, la portación de armas y en contra de la “ideología de género”. Para sus seguidores, era la voz fresca de un movimiento que necesitaba conectar con los jóvenes; para sus detractores, un agitador que amplificaba la radicalización.
Caos en el campus
El acto en la UVU se desarrollaba en un ambiente festivo: una carpa blanca instalada en el patio central, parlantes, banderas y gritos cruzados entre seguidores y opositores. Pero la presentación duró apenas unos minutos. Un estruendo cortó el aire y la multitud se desbordó en pánico.
“Escuché un disparo y pensé que era un petardo. De inmediato vimos la avalancha de gente que se vino encima, corrimos hacia los edificios, abrimos las puertas y muchos estudiantes estaban llorando en shock. Algunos tenían sangre en la ropa, es una imagen que no voy a olvidar”, relató Óscar Barrientos, académico chileno de la UVU oriundo de Osorno, que presenció el ataque.
En cuestión de segundos, el campus se transformó en una zona sitiada. Barrientos recuerda haberse separado de su colega en medio de la estampida y haberse refugiado en la entrada principal, mientras veía llegar decenas de patrullas, bomberos y un equipo SWAT. “Cerraron la universidad, pusieron barreras, era un caos absoluto”, rememora.
Un testigo chileno en primera fila
Barrientos, que lleva cuatro años radicado en Estados Unidos, asegura que lo ocurrido lo marcó doblemente: como profesor de la UVU y como migrante que buscaba un lugar seguro para vivir. “Aquí nadie cierra los autos, puedes dejar un computador en el asiento y no pasa nada. Utah es muy tranquilo, más que mi Osorno incluso. Por eso me da entre vergüenza y pena que algo así haya pasado en mi universidad y en mi ciudad. Esto no pasa acá”, reflexiona.
También observa una paradoja difícil de procesar: que alguien como Kirk, defensor de la portación de armas, terminara abatido por un disparo. “Puede parecer simbólico, pero nada, nunca, justifica lo que pasó. La violencia de este tipo nunca va a ser la forma”, enfatiza.
Lo más doloroso, añade, es que el crimen haya ocurrido en el espacio que debería ser un santuario del debate. “La universidad es, por excelencia, el lugar donde se discuten las ideas. Que un asesinato ocurra aquí es lo más duro de asimilar. Tenemos que hablar más, respetarnos más, porque cuando se acaba el diálogo empiezan estas tragedias”, concluye.
Un precedente para EE.UU.
El asesinato de Kirk deja una herida profunda en el escenario político estadounidense. Su muerte, en medio de un acto pensado para acercar la política a los jóvenes, expone la vulnerabilidad de los espacios universitarios en un país marcado por la violencia armada.
Mientras el FBI y la policía de Utah investigan la autoría del ataque, la pregunta que queda abierta es si los campus podrán seguir siendo espacios de libre expresión o si, tras este crimen, la seguridad terminará imponiendo nuevas restricciones.