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Simpertigue, el poder y lo políticamente correcto

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Quizá de casos como este es que surgió la expresión “políticamente correcto”. Porque no se trató ni de un juicio penal ni de una sanción disciplinaria. Diego Simpertigue fue duramente castigado por hacer lo “políticamente incorrecto”.
La Sala del Senado aprobó la acusación constitucional contra el ministro de la Corte Suprema Diego Simpertigue, destituyéndolo por notable abandono de deberes e inhabilitándolo para ejercer cargos públicos por cinco años. La acusación, impulsada por los diputados Daniel Manouchehri y Daniella Cicardini, se enmarca en las investigaciones por corrupción asociadas al Caso Hermosilla y lo vincula a abogados hoy en prisión preventiva, viajes y conflictos de interés. Con esta decisión, Simpertigue se convierte en el tercer alto magistrado removido, sumándose a Ángela Vivanco y Antonio Ulloa, mientras continúan las indagaciones judiciales.
Cabe destacar que “don Diego” sirvió cargos en el Juzgado de Letras de Coquimbo, relator de la Corte de Apelaciones de La Serena, juez del Primer Juzgado de Letras de La Serena, y fue uno de los primeros jueces de Garantía del país en el contexto de la reforma procesal penal, En todas sus labores dejó un excelente recuerdo y admiración por su trabajo, que sin duda destacó tanto que lo llevó de forma natural a ascender en la escala judicial.
Y lo duro de todo esto es que poco importa los argumentos de su defensa, ni las explicaciones (que son del todo atendibles y entendibles) de cómo se desarrollaron los hechos. Que era una causa más de las 50 que veían en un día, sin alegatos, sin siquiera saber quiénes eran los abogados. Que la fechas no corresponden para inculparlo. Que las esposas de los viajeros eran amigas hace mucho tiempo. Todo con explicaciones lógicas, pero que juntas, o cerca de los episodios recientes de acusaciones políticas, suenan mal. Muy mal.
Don Diego sin duda no es una persona de ascendencia política. Es un hombre de origen sencillo, proveniente de Arica hecho con el esfuerzo y el mérito, sin redes políticas como él mismo aseguró en su defensa. Y probablemente cometió un error, un gran error. El peor error de su vida sin pretenderlo.
Aunque este es un tema 100% político en el cual don Diago pagó las consecuencias de sus propios actos, por la ingenuidad de no haber hecho el esfuerzo de mantener el altísimo estándar que se le debe exigir a un ministro de la Corte Suprema, lo cierto es que también en Chile se está utilizando un método poco apropiado para acusar y condenar previamente. Caza de brujas le llaman. Y los casos de falsas acusación es y falsas condenas también están apareciendo con fuerza.
Ya está. Don Diego fue expulsado, pero igual es necesario buscar un equilibrio entre la búsqueda de altos estándares y el escarnio público. El resguardo de la institucionalidad, el debido proceso y el factor humano.

Víctor H. Villagrán
Editor Semanario Tiempo

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