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ESPÍRITU NAVIDEÑO

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(Adaptado de Revista Familia, Paulinas Argentinas)

Como todos los años debían decidir en qué casa se festejaría la Navidad en familia. Después de varios minutos de intercambio, al final decidieron que este año sería en casa de Lucía, ya que nunca lo habían celebrado allí. A todo esto todos contentos menos Lucía, pues lo primero que pensó fue en todo el trabajo que se le venía encima para recibir a los invitados: ordenar, organizar, limpiar y sobre todo cocinar para todos.Entre quejas se sentó en el sillón y se quedó dormida, acongojada de pensar en lo malo de la Navidad.
En sueños, se vio a sí misma convertida en Papá Noel, con un abultado saco al hombro y viajando a bordo de un trineo que se deslizaba tirado por una fuerza invisible, sin ciervos ni renos. No sabía hacia adonde se dirigía pero parecía que el trineo si sabía cuál era su lugar de destino.
Finalmente el trineo, se detuvo ante la puerta de una rústica casita en el bosque, de cuya chimenea escapaba un inmaculado y cálido humo blanco.
Llamó a la puerta y esta se abrió inmediatamente, pero nadie apareció tras ella. Entró y se encontró en un salón con decorado navideño, con un hermoso pesebre y un bello árbol de Navidad, lo que le provocó una profunda y tierna sensación hogareña, que comenzó a traerle bellos recuerdos.
En el centro del comedor había una acogedora mesa, con velas encendidas y todo dispuesto para compartir una alegre comida. Después de observar todo el lugar depositó el saco en el suelo y guiada por la curiosidad abrió la abultada bolsa que traía. Al abrirla se encontró con la sorpresa de que estaba llena de deliciosas comidas navideñas, confites, dulces y muchas otras cosas que la sorprendieron.
De uno en uno, fue dejando todo sobre la mesa y cada vez que sacaba algo los recuerdos llegaban a su corazón haciendo que alguna lágrima se escurriera por su mejilla. La sonrisa de la abuela al bendecir la mesa con sus cantos, el beso de mamá que nunca faltaba después de brindar, la risa y la alegría de los niños al recibir los dulces y confites, los abrazos y los buenos deseos frente al pesebre.
Entonces despertó suavemente, y sonrió…Ahora se sentía relajada y feliz de celebrar la Navidad en familia en su casa. Se sintió feliz además de poder preparar todo para sus seres queridos. Se había dado cuenta que aquella fuerza invisible que tiraba el trineo del sueño, era exactamente lo más importante de la Navidad y que justamente ella había olvidado: el AMOR.

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