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CHILE YA NO TAN LINDO Y QUERIDO

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Querido Chile. Ya no te reconozco. No puedo dejar de preguntarme ¿cuando se jodió mi noble, hermoso y querido país?. ¿Qué hemos hecho tan mal como para vivir hoy una realidad que se asemeja cada día más a un aciago e inmerecido castigo? ¿Por qué nuestra educación está por los suelos con estudiantes que no respetan a sus profesores y muchos que cursan educación media no han conseguido aprender a esas alturas ni siquiera las tablas de multiplicar?.¿Por qué tenemos una deserción escolar de tal magnitud?. ¿Por qué no podemos circular con seguridad por las calles de nuestras ciudades y nuestros hijos jugar cerca de su hogar y en las plazas como antes? ¿Por qué tenemos que cuidarnos de los otros y resguardarnos en nuestros hogares, donde ni siquiera allí podemos sentirnos realmente resguardados y seguro?.¿Hasta cuándo?.
Podría continuar hilvanando una lista interminable de “por qué”. Todos nos hemos dado cuenta que resultaría inoficioso, pero es bueno hacerse estas y muchas otras preguntas tan incómodas y desconcertantes como las anteriores, o quizás aún más, en busca de una respuesta que no llega. Continuamos a tropezones sin saber que nos espera más adelante. Nos encontramos ad portas de celebrar nuestras Fiestas Patrias y nuestro ánimo no es de los mejores. Todos amamos la tierra en que nacimos pero nos embarga una incertidumbre constante.
Basta con hojear un diario o ver noticias en los medios de comunicación. Para qué mencionar las redes sociales donde circulan mensajes inmisericordes de una bajeza moral increíble y que me hacen recordar como cuando niño me imaginaba que pasaría si pudiésemos escuchar los pensamientos de las demás personas, imaginando el inmenso barrullo ensordecedor en que se convertirías nuestra existencia, además de enterarnos de sus verdaderas intenciones, sin saber que algún día íbamos vivirlo de manera impensada en aquel entonces.
Hoy tomo un diario o prendo un televisor y veo y escucho tanta maldad e hipocresía expresada en forma violenta, muchas veces con argumentos irracionales de parte de quienes ejercen el poder o esperan ejercerlo en algún momento cercano. Cuyo actuar no tiene mucha diferencia en el fondo con la violencia ejercida por la delincuencia en aumento, lacra en su mayoría importada. Acogimos con los brazos abiertos a presuntas víctimas que se han transformado en nuestros victimarios más despiadados, para quienes no existe Dios ni las leyes.
Nos encontrarnos en medio de una pugna constante en que como ciudadanos de a pie no tenemos arte ni parte y nos vemos envueltos en una vorágine que va girando cada vez a mayor velocidad a medida que se acerca a hora de elegir nuestras próximas autoridades que regirán nuestro destino como país, mientras tratamos de concentrarnos en nuestras responsabilidades y nuestros quehaceres que no esperan y que tenemos que abordar cada día como mejor podernos.
A merced de un Estado que nos oprime económicamente sin asumir la responsabilidad que le corresponde en el destino de los dineros que recopila de parte de todos los ciudadanos honestos que contribuyen con el pago de sus impuestos, que como su nombre lo dice se trata realmente de una “imposición” que se cierne sobre ellos cual espada de Damocles.
Para qué hablar de los empleados del Estado que con los años han aumentado en forma exponencial dedicados muchos de ellos en ministerios que determinan y autorizan los permisos para que los ciudadanos y las empresas puedan emprender sus actividades constituyendo una maraña de trabas que dejaría boquiabierto al mismo Franz Kafka. “Permisología” es como la llamamos habitualmente, palabra que hemos inventado para calificar la burocracia extrema que pone trabas interminables a los emprendedores y que algunos llaman “burrocracia” no sin razón.
A estas alturas quizás lo único lindo y querido que nos va quedando es celebrar nuestras Fiestas Patrias, uno de los poco momentos en que todos vibramos y nos sentimos férreamente unido como hermanos, todos hijos nacidos en el mismo terruño al que amamos con pasión, como todo hijo agradecido con quien lo vio nacer.
En medio de tan opresora realidad no podemos dejar de mantener nuestra frente y nuestra cabeza en alto y continuar luchando para que regrese el imperio de la razón y queden algún día en el pasado todos nuestros temores que nos aprisionan como un mal sueño que nunca quisimos ni imaginamos que nos tocaría vivir. Para que el Alma de Chile renazca desde sus cenizas y no volvamos a hacernos aquellas preguntas que hoy nos desconciertan e invaden nuestro espíritu.

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