Karol Wojtyla, el papa Juan Pablo II, asumió a los 58 años de edad. Fue el líder de la Iglesia Católica durante casi 27 años, desde octubre de 1978 hasta abril de 2005 cuando falleció a la edad de 84 años.
Después de Ratzinger (Benedicto XVI), Jorge Mario Bergoglio fue nombrado Papa Francisco a la edad de 76 años, el 13 de marzo de 2013. Falleció a los 88 años y duró 12 años en el cargo.
Ahora el cardenal Robert Francis Prevost fue nombrado como papa León XIV a la edad de 69 años.
Es muy probable que pueda liderar la Iglesia por más de 10 años, en tiempos de profundos cambios en la “esencia de las cosas”. Hoy pareciera que la tecnología incluso pudiera superar a la razón y en este escenario la espiritualidad podría volver a ser un gran aspecto que nos defina como humanos.
Prevost -el papa León XIV- es el primer papa perteneciente a la congregación agustina, es decir formado bajo la mirada cristiana de San Agustín de Hipona (354 al 430 d.C.) que pregona la búsqueda y conocimiento de Dios en el interior de uno mismo. Sin embargo, no es casual que haya elegido el nombre de León, considerado que el anterior “León” fue León XIII, pontífice por 25 años (1878 – 1903), redactor de la primera gran Encíclica Social de la Iglesia, la Rerum Novarum (“Sobre las cosas nuevas”), una mirada renovadora para la iglesia católica del año 1891, que puso sus ojos en los problemas sociales, en el mercado, en la dignidad del trabajo y en la propiedad privada, con una crítica tanto al socialismo como al capitalismo salvaje y en las consecuencias de la industrialización de esa época.
Así como el papa Francisco dejó un legado de “pequeños grandes cambios” al interior de la Iglesia, mensajes y nuevas miradas que dieron frescura y una sensación de evolución institucional, se espera que de alguna forma León XIV pueda aportar en una iglesia que puede ser más gravitante en los cambios sociales y en las acciones necesarias para encontrar la paz en el mundo. Quizá hoy esas grandes novedades se relacionan justamente con la tecnología y la información, con la deshumanización y el materialismo, con la fugacidad y el debilitamiento de los valores que nos definen como seres humanos.
Hoy para la humanidad la premisa es el cambio. Todo tiende a ser modificado, nada aspira a ser perpetuo, la inmediatez y fugacidad de todo, la instantaneidad que deja fuera la reflexión y la contemplación. La política, la economía, incluso la familia, la amistad y los valores se ven expuestos a esta misma premisa. Quizás este papa nos pueda ayudar a levantar la mirada y ver nuestra propia historia con mayor perspectiva. Rerum Mutatio.
Víctor H. Villagrán
Editor Semanario Tiempo